Génesis de un encuentro

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Nos conjura un amanecer
que nos descubrió desnudos
cuando la historia no estaba escrita
y florecían mariposas en el hueco de tus manos.

¿Quién talló nuestros nombres en el árbol de la vida?
¿Quién nos ha engañado en el destiempo?
¿Qué duendes han demorado el encuentro?

Hemos evocado el Edén a través de la palabra
palpado la eternidad en una promesa,
y aún así,
nos separan las deshoras,
un cáliz dividido
y el recuerdo añejo del desamor.

Lo que nos era ajeno
se vuele un reclamo natural.
Gime la tierra,
esperando el reencuentro de las almas
y ya no luchamos contra lo inevitable.

Trascendemos temores heredados,
reavivamos la intimidad,
disolviéndonos en un atardecer prometido.

La mano de Dios moldea nuestros cuerpos...

Nuevamente hay un jardín,
un hombre...
una mujer...

Nuevamente una mirada,
un florecer interior que nos acerca.
Pero esta vez no hay espera,
porque ha dejado de existir el tiempo.