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Ser protagonistas de la historia

Estamos en un tiempo sin tiempo, subidos a un tren bala de avances que no nos permiten ver lo que esta pasando.

Recuerdo cuando escuché hablar del e-mail por primera vez, en una Feria del Libro en Buenos Aires, tendría unos 12 o 13 años, me parecía algo fantástico, escapado de alguno de esos mundos que Verne dibujo en mi niñez.

A mis 17 abrí mi primer cuenta de correo electrónico. María Laura, mi amiga, tenía en su casa esto que para mí era mágico, Internet. Allí, en ese mundo ilimitado de conocimientos me sumergí en San Agustín y su Libre Albedrío, visite miles de link en la Enciclopedia Encarta y descubrí que el Caribe no quedaba tan lejos de mi patria.

Hoy me siento frente a un computador como quién cada mañana se lava los dientes y mira su rostro en el espejo, abro mis cuentas de correo, visito mi blog, leo los periódicos de aquí y de allá, todo, sin moverme del escritorio.

Einstein no necesito de esto para realizar sus mil gráficos que probaran la ley de la relatividad, ni la necesito San Pablo para evangelizar innumerables pueblos; ellos y muchos de nuestros antepasados cambiaron realidades y mundos sin necesidad del Internet.

¿Y que hemos hecho nosotros?.

No quiero decir con esto que el Internet sea negativo, al contrario, creo que tenemos una ventaja que aún no hemos explotado. Hoy nos es posible ver rostros que nos son ajenos en color y rasgos, en idiomas y creencias, pero no en la misma sed de justicia y paz; hoy no nos pueden justificar una guerra escondiendo datos, ni pueden decirnos que no existe el hambre a la vuelta de la esquina. Hoy, están a nuestro alcance los pensamientos de ayer y de siempre, develados los mitos y los héroes. Hoy, tenemos la posibilidad de no creer en los límites geográficos, pero aún no nos atrevemos a mirarnos a la cara.

Pasamos horas perdidos en recreos mentales o inventando identidades y criterios, vivimos vidas cibernéticas que no pertenecen a nuestra realidad y nos olvidamos de quienes somos. Hemos renunciado al papel protagónico, conformándonos con las migajas de un asiento reservado para espectadores de la historia.

Esta mañana, en el Chat, apareció una invitación de mi hermana a verla en cámara y allí estaba Nahuel, mi sobrinito de año y medio, Nahuel y su sonrisa, Nahuel y sus primeros pasos que también son míos porque la distancia no me ha podido evitar verlos; Nahuel y sus primeros balbuceos; Nahuel y su mirada llena de sueños…

Hoy, a través del Internet vi a los ojos la generación que mañana se atreverá a preguntarme ¿por qué?, y no quiero empezar a inventar excusas…Hoy, que todo nos invita al dialogo, no quiero que sigamos guardando silencio.