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Plegaría de otoño

Comprendo tus silencios,
las mil formas que guardas ante mí.
No sientas culpas por dejarme ajena a tu abrazo,
pero déjame mirarte, tan sólo mirarte,
para seguir repitiendo mi plegaria:
que el otoño nos encuentre juntos.

No importa cuantos calendarios falten consumir
ni las veinte primaveras que no veremos juntos.
Aunque cien navidades no lleven tu nombre
y las arrugas aparezcan sin vivir la consumación de las caricias.

Seguiré repitiendo mi plegaría:
que el otoño nos encuentre juntos.

No importa si nací antes o después,
si en el tiempo de las opciones nuestros nombres nos eran ajenos.
Ignoraré las alianzas que nacieron en el Sinaí de los hombres,
para buscar el Tabor que nos fue prometido.

Desgastaré el calzado de los años
transitando los mil desiertos que aún me esperan.
Seguiré buscando el agua en la roca,
saciando los vacíos en el maná de los recuerdos.

Y seguirá viva mi plegaria:
que el otoño nos encuentre juntos.

Este éxodo no será más que una ofrenda,
muestra palpable de los gritos viscerales que no puedes oír.

Seguiré aquí,
a la espera de los días envejecidos
cuando tus pasos pidan permisos a la vida
y hayan dormido las mil formas de tu hombría.

Vendrás agotado de días, a dormir entre mis brazos
y ya no encontraras la música pueril
sino los silencios de 40 días y 40 noches
que han quebrado el odre sin permitirle contener el vino nuevo.

Pero estaré aquí,
cobijaré lo que queda del hombre que amo,
nos sentaremos al borde que nos separa de la tierra prometida
y aunque ya estemos viejos para pisar sus delicias
veremos cobrar vida a mi plegaría:

El otoño de la vida nos encontrará juntos.