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Mis instantes

Domingos,
odio los domingos...
Detesto los domingos que me recuerdan lo que ya no será.

He perdido tantas vidas
que ya no sé quién es la mujer
que en el espejo sonríe.

Se han deshabitado las horas
y esta soledad,
que no descansa
pelea por robar mi nombre.

¿Quién soy?....
¿Quién soy?...

Cuanto ha crecido la noche en mi alcoba
desde que los enanos y las hadas han despoblado los armarios.

Sólo yo
y esa mancha negra en el techo que crece a medida que muero.
Sólo yo,
y esa mano negra que amenaza con tragarme.

¿Quién soy?...
¿Quién soy?...

Odio los domingos,
Malditos domingos que llenan de preguntas mi almohada,
Que inundan de cadáveres el sueño.

¿Quién soy?...
¿Quién soy?...

Madrugada infame,
me encuentras desnuda y sin respuestas.
y llega el lunes...
bendito lunes que me regala el ruido de las paredes ajenas.

Nuevamente abandono el lecho
me envuelvo en el disfraz uniformado y desaparezco.
Nadie notará como se desgaja mi piel,
ni verán como el silencio acido quema mis venas.

No,
no dejaré que toquen lo oscuro,
ni te gritaré cuanto me dueles.

Me dueles...

me dueles en el vientre vacío
que ya no tendrá el niño de tus ojos.

Me dueles en el cuarto gigante
en la cama de sábanas inmaculadas.

Me dueles en las manos ajenas
en los insomnios masturbados
en el orgasmo ausente
en el abrazo frío.

Me dueles...

me dueles en el almuerzo solitario
en la bañera vacía
en las manos sedientas
en los labios mordidos.

Me dueles en los senos
en el pecho
en el sexo...

Me dueles en la piel
en las venas,
en las entrañas.

Me dueles...
Me dueles en todo lo que soy y en lo que ha muerto.

Me dueles... me dueles...me dueles...
Me dueles en el alma.

Pero no lo diré,
no haré público el aguijón que me enajena
ni diré que pido permiso al día para la vida.
No sabrán del duende que sostiene el nudo en mi garganta
ni verán la salinidad que inunda el instante.

Seguiré en silencio
suicidándome en la mirada,
en la repetición consecutiva de las promesas
y ya no preguntaré ¿quién soy?
porque no me da la vida ni las fuerzas,
porque se han desgastado los sueños,
porque se ha llenado de cansancio el amor.

No,
no dejaré que el invierno se haga visible,
tomaré prestada una primavera para mis labios
y seguirán ignorando que en el fondo me habita
una mujer muerta.