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Una Invitación Literaria

Son muchos los nombres que han dejado su huella a través de estos 500 años de historia de la Villa Salvaleón de Higüey.

Nombres a los que quizás el tiempo no les haya hecho justicia, pero que la memoria del pueblo no deja de mentarlos y darles vida en peñas, velorios y reuniones de amigos; porque soy una convencida de que tanto el poeta como el narrador, quedan presos de sus versos y reviven, una y otra vez, cuando estos cobran vida en los labios de alguien, como son José Audilio Santana, Ramón Marrero Aristy, entre otros.

Así como en el actuar diario de todo ser humano, no podemos negar nuestro pasado, porque solo con el conocimiento de éste, es posible caminar un presente, para ir construyendo un futuro; tampoco el escritor puede negar sus raíces literarias.

Si bien el don de las letras puede ser innato, para que éste cobre verdadera vida, es necesario el estudio, la formación, el conocimiento de nuestra historia literaria, la lectura de los clásicos que han perdurado a través del paso del tiempo, convirtiéndose en patrimonio de la humanidad.

Hoy día, nuestra juventud carece de un conocimiento real de obras que tiempo atrás eran obligadas en nuestra formación básica. La utilización del Internet como “Enciclopedia Universal” ha aportado la posibilidad de acceder a una vasta gama de información, pero a la vez, ha limitado el conocimiento a un mero resumen, alejando al estudiante del mágico viaje que supone el sumergirse en la lectura completa de una obra.

Títulos como La Iliada, La Divina Comedia, El Lazarillo de Tormes, La Celestina, quedan limitados a un resumido comentario extraído de
www.rincóndelvago.com”. Así, llegamos a tener muchos datos, pero poco conocimiento; y nos encontramos con “supuestos lectores”, que citan la lectura de estas maravillas literarias como si se tratara de cualquier revista de moda.

El avance tecnológico es un gran aporte a la formación, siempre y cuando se utilice como complemento y no como única fuente.

Estamos ante un reto claro para profesores, padres y escritores, a crear espacios atractivos donde el libro sea el protagonista; incentivar a nuestros niños y jóvenes este hábito de insondables frutos, que es la lectura.

Con motivo de los 500 años de Higüey, muchos de nuestros ciudadanos han desempolvado sus escritos, atreviéndose a dar el salto, dando vida a esas líneas que dormían en el anonimato. Ahora que ésta llama literaria está en pleno ardor, es el tiempo de que no sólo nos comprometamos con nuestras letras, sino, y por sobre todas las cosas, que asumamos el papel de formadores, siendo nosotros los primeros lectores.

Romina Bayo