palabras a la muerte que no llega

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Solo quería ser buena
contemplar la mariposa,
inundarme del jazmín,
hacer poesía de la primavera.
Pero toque sus alas...
Pero corte su tallo…
Y la libertad se volvió gris…
Y la bondad murió en la mano egoísta de la mujer que soy.

Solo quería amar…
Amar con la inocencia infantil
y la ternura de los años otoñales…
Pero olvide que no era el monstruo de la infancia
sino la mujer en el espejo la que me recordaría
que no hay calesitas ni cuentos de la abuela en mi diario…
solo me habitan unas garras frías
que araron estos 28 inviernos.

El amor no encuentra hogar en los espejos,
ni en los senos mordidos por la historia
ni en un vientre que solo gesta cicatrices
ni en los labios que han probado el estiércol degenerado de los dioses.

Con tu nombre cubrí todos los reflejos,
dejándo ser
a la que tus manos hicieran…
Pero nunca el gusano es eternamente oruga…
Pero nunca la mariposa despega sus alas más de un día…

No es posible el amor para mi,
abrace demasiadas tumbas…
Creí demasiadas veces…
Me puse de rodillas convencida
de que sobre el arroz los oídos de Dios son más limpios
o menos severos…
Besé los sesenta Ave Marías repitiendo tu rostro,
velando la consumación de la memoria en las cenizas de mi diario,
pero la sangre que aun habita en las sábanas
tiene más mérito que mi cuerpo lacerado.

Si pudiera arrancarme la piel
si pudiera cimentar bajo yeso todo los rincones que me forman…
Si tan solo la muerte quisiera besarme…
Pero no…nadie muere de amor,
la vida no es tan fácil…
Es la agonía el premio del amante…
el agujero de hiel instalado en el alma…
el sangrar de los labios resecos…
el silencio de un vientre viejo, infértil, virgen…

El libro de la vida olvido mi nombre...
para mí no hay muerte
pero tampoco amor.

Ella sigue riendo en el espejo
una vez más ha vencido.