"Con la escritura pasa que sufres y gozas simultáneamente"

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No recuerda si esta es la quinta o la sexta vez que ha venido a Buenos Aires pero Juan José Millás ha visto esta vez una ciudad viva, muy diferente de aquella urbe decaída de 2002.
"Las ciudades se deprimen, se entristecen como Madrid después de los atentados del 11 de marzo o viven en euforia creativa como Bogotá. Pero Buenos Aires es una ciudad viva".
.-¿Por qué El Mundo, qué encierra ese título?
-Cuento la historia de la calle en la que vivía de la que quería escapar y en cierto modo es la historia de esa fuga. Quería viajar por el mundo, ser extranjero. En aquellos años de mi infancia cuando veía un extranjero en Madrid me quedaba fascinado porque pensaba que lo más que se podía ser en la vida era extranjero. Y después viajé por todo el mundo y sin embargo, allá donde llegaba, acababa encontrándome en mi calle. En todas las partes del mundo. Así supe que era una metáfora del mundo y que finalmente la calle de uno es el mundo.
-¿Qué dificultades le planteó sondear en su pasado para escribir este libro?
-Dificultad no, porque esta novela me fue dictada. La memoria se rompió y empezó a expulsar materiales y yo simplemente me limitaba a unirlos, fue más trabajosa la reescritura porque ese fue ya un trabajo de racionalización que consistió en eliminar cosas, en limpiar. Escribía en estado febril y es una experiencia que ojalá la volviera a tener: escribir de forma automática porque es algo fascinante. Allí no interviene la voluntad sino la necesidad.
-¿Este libro le dio respuestas personales, pudo entender algo en particular de su historia, de la de su familia?
-No respuestas en un sentido racional, pero sí me dio todas las respuestas hasta el punto que digo que este libro es silmultáneamente una herida y su cicatriz. Está escrito bajo la pregunta implícita de qué pasó, qué ocurrió y para saberlo hay que dinamitar la memoria. Hay que bajar al sótano porque allí están los cimientos de este edificio que llamamos identidad. Pero el sótano es un lugar oscuro, húmedo donde se van guardando las cosas que no quieres de ti pero que tampoco te quieres desprender; no lo tiras a la calle, lo dejas en el sótano. Y esa bajada al sótano te dice qué ocurrió y es verdad que los hechos que allí ves no los puedes cambiar, pero lo que sí puedes hacer es cambiar la relación que tienes con ellos y creo que esta novela sirvió para eso. Tiene algo de útero del que ha salido un Millás que es nuevo, que no sé qué hará en el futuro o qué no hará, si volverá a escribir una novela o no. El mundo me ha expulsado a la realidad siendo otro.
-¿Y en su experiencia, qué características tiene el acto de escribir? ¿Es algo fatal o un placer?
-Las dos cosas simultáneamente. Hay escritores que dicen que los momentos de dicha más importante los tienen mientras escriben; y otros, que escribir es una tortura. Esto se define así porque hemos tenido una educación muy dual y nos cuesta entender que haya cosas donde se funden las dos. En la escuela, terriblemante dual, nos hablaron del bien y del mal; del cielo y el infierno; forro y funda y nos cuesta entender que a veces se den las cosas en el mismo espacio y tiempo. Y eso pasa con la escritura: sufres y gozas simultáneamente. A veces gozas porque sufres y a veces sufres porque gozas, pero son dos placeres simultáneos.
-Muchos escritores dicen que la soledad es su mejor compañera. ¿Usted cómo se lleva con ella?
-La soledad es una conquista necesaria pero trae una contradicción. Vivimos en un mundo en que es muy difícil estar un rato a solas contigo mismo porque estés donde estés siempre hay voces. Ese espacio necesario lo tienes que conquistar. Pero por otro lado, hay una soledad impuesta: la de los ancianos que viven solos en las grandes ciudades, por ejemplo, que no pueden manejarse por sí solos y que tienen muy poca ayuda en la comunidad y que están un poco abandonados por la familia. Empieza a ser cada vez más frecuente la noticia de que han encontrado a un anciano muerto después de tres meses con la tv encendida. Se dan cuenta cuando falla la cuenta corriente del banco porque se queda sin dinero y no se pueden pagar las cuentas. Hoy, la cuenta corriente se ha convertido en un síntoma para saber si alguien está vivo o no. Ese tipo de soledad es terrorífica.
Fuente: Revista Ñ (Argentina)