En la misma herida

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Este post lo subí hace casi un año...hoy, me encuentro parada en la misma esquina, en el mismo silencio...en la misma herida, por eso LO REPITO:
es cierto que amaneció en este suelo que nos es tan ajeno, pero que nos sirve de escenario para ser, y como todos los días camino las mismas calles, me asombró del mismo color de aquella casa pequeña, vieja y que siempre, sin saber de donde sale, me envuelve con una música radial que pareciera de los años 60.

Llego a la esquina, sale el viejo en su silla de ruedas, vuelve a ofrecerme, por vez No. 156, el periódico... nuevamente, por vez No.156, le digo que no, que gracias, y le muestro mi periódico gratuito.

Camino y camino, vuelvo a tropezar con el mismo adoquín mal colocado, otra vez esquivo ese perro que parece medio muerto medio vivo, pero que no me detengo a averiguar por miedo a que lo medio vivo no sea muy amigable.

Mitad de camino y me toca pasar por el Palacio, el mismo guardia, flaco, no tan feo como fresco, dice nuevamente los mismos piropos, recibe nuevamente los mismos silencios.

Casi llegando, busco, como he hecho en estos últimos cinco días, al haitiano que me vendía las frutas y que ha desaparecido. ¿Habrá sido la camiona o el sol?.

Si, realmente cada día puede ser dibujado con los mismos paisajes, pero hoy, hoy no he oído ninguna melodía, ni me han ofrecido el periódico...el perro no descansaba en la vereda y ningún adoquín se atravesó en mi camino.

El guardia flaco, hoy no tan feo ni tan fresco, permaneció firme, inmóvil y ya no busque ni frutas ni haitianos en la esquina.

No sé lo que pasa, no sé si eres tú que ya no estás en mí, o soy yo, que no sé quién soy cuando no me miras.

No sé en que momento ni de que forma deje de existir para tus ojos, pero deje de existir.
Lo supe esta mañana, cuando al mirarme en el espejo encontré una mujer muy distinta a la que dibujan tus palabras.

Me dolió, me dolió ver que amas a la mujer de las letras, a la cazadora de sueños, al corazón libre, fuerte y simple...porque ni esas letras ni esa fuerza me habitan.
Hay una mujer horrible que has descubierto, una mujer que necesita de la caricia, que se enoja ante el silencio del teléfono y que duerme poniéndole tu nombre a las almohadas.

Una mujer que guarda mil huellas en su piel y en su alma...que ha perdido batallas por no tener el valor de pelearlas...que ha lastimado y ha sido lastimada...

Una mujer, que no siempre supo pedir perdón.

Anoche, después de tu adiós, después de comprender que el tiempo, las obligaciones y las mil formas que a diario practicas no te dejaban espacio para mí...deje de conocerte. No sé si te diste cuenta, pero ni siquiera me esforcé por acercarme a tus labios, es que ese hombre que estaba sentado a mi lado, ese hombre al que le dolía la carne, ese hombre era un desconocido...un extraño que me daba pena...

Bajé rápidamente de ese carro y corrí a mi cuarto para buscar esa foto que me cobijaba cada noche...y ya la foto no era más que eso, una foto, fría, sin vida...que me hablaba de un tiempo sin tiempo, donde conocí a un hombre que dibujaba en versos mi sonrisa...un hombre que me construía con sus manos, que me hacía y deshacía en sus labios...

Anoche no dormí, viví el lento velatorio del hombre que amé...

Y ahora no sé como volver a ver, como atreverme a abrir lo ojos para captar un mundo en el que no existes, me pesan las realidades vacías de ti...me dañan las canciones, los perfumes, los sabores que están ausentes de tu esencia.

Tengo la tentación de quemar mil libros, de deshacerme de todos los almanaques marcados, memorias de calendario que solo encierran un nombre que ya no me es propio.

Ya no sé que me duele más, si tu ausencia o la ausencia de la mujer que era cuando me mirabas.