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Poema de ruinas y duendes

Estas ruinas no siempre fueron ruinas
hubo un tiempo en que abundaban laureles y glorias
y gritos, y loores...
Y un ir y venir de pasiones...

Esta mujer no siempre fue esta mujer,
también tuvo sus tiempos de gloria
y remontó en chichiguas miradas y sueños,
capturó mil focos en vaivenes improvisados
y tuvo un nombre atrapado en sus labios.

Las miro y se parecen tanto...
La muerte que las habita no es tan muerte...
Posas tu mano en sus restos,
paredes o huesos
y sigue vibrando el antiguo conjuro de los amantes.

Me gusta tocar las ruinas
atrapar en la humedad el eco tamboril de otros tiempos.
Me gusta buscarme en el espejo
rescatar de las arrugas a la niña de trenzada sonrisa.

Pero en días como estos,
donde se rompen los espejos
y los turistas reviven los adoquines.
Días de boletos capicúas, de herraduras y sortijas,
días de estrellas fugaces y velas portadoras de deseos.


En días como estos
no quiero saber de ruinas ni de tumbas.

Aún hay tantos versos que no he escrito,
versos que hablan de lluvias y mariposas
de peces voladores y un delfín jugueteando en mis sueños.
Versos que son susurros afilados,
llenos de caramelos y tréboles de cuatro hojas.
Versos que cantan al sudado amanecer de los cuerpos
y al llamado que roba el sueño a las noches.

Ya no sé de otros tiempos
ni de desandados caminos
ni de ruinas ni de ella.

En días como estos, en días como hoy
sólo quiero escribirle a tu voz
y a todos los duendes que habitan tu nombre.