¿Cómo comenzar esta historia sin que las lágrimas ahoguen mi garganta?. Yo la vi, allÃ, en medio de todos aquellos que nunca se atrevieron a amarla, a conocer la autenticidad de esa mujer o niña...ya no sé.
Fue un viernes, sÃ, lo recuerdo bien. Era una tarde calurosa de viernes. Me paré frente a mi ventana y allà estaban, cientos de niños corriendo alegremente; basando su sonrisa en la infinidad de aventuras que significaba la llegada del fin de semana.
Y cuando parecÃa que la alegrÃa invadÃa todo, vi salir esa niña nube, aún esta grabada en mi mente su imagen, delantal blanco con tablitas prendido detrás, dos colitas prolijamente atadas, zapatos Guillermina, y un par de ojos tristes que impedÃan encontrar en ella a una niña.
¿Cuál puede ser el motivo de tanta tristeza?. Yo, entre curiosa y angustiada, no pude sacarla de mi mente. Será una mala nota, la familia, una amiga, ¿qué puede ser tan grave a sus apenas 6, 9 o 12años?...
Este encuentro se repetÃa, viernes tras viernes, año tras año. Cada tarde, a la misma hora, me asomaba a mi ventana y la veÃa. Vi como esas dos colitas se transformaban en una, en cabello suelto, en reflejos....y vi como ese delantal durmió para dar paso al uniforme, la minifalda, los zapatos de taco...pero sus ojos, ellos seguÃan igual, y la tristeza no envejecÃa, y por cada año, le regalaba mas huellas.
Noche tras noche luchaba por borrar esa imagen, por sacar de mi mente esos ojos, que como estacas perturbaban mi paz, mi orden.
En repetidas ocasiones quise evitar mirar por esa ventana, la tristeza de esa niña comenzaba a pegárseme, a influir demasiado en mi vida; pero no lo lograba, algo de mà me empujaba a mirar.
Son incontables las veces en que intenté levantar mi mano, saludarla, regalarle una sonrisa, pero mis miedos, mis inseguridades no me lo permitieron.
Mas de una vez, la vi dirigir sus terribles ojos hacia mi, como sabiendo de mi presencia diaria, pero en esos momentos yo solo podÃa huir, mirar hacia otro lado. Aunque mis esfuerzos eran vanos, yo sabia de su existencia, su tristeza ya me habitaba, asà que tome una decisión radical, clausurar esa ventana, tapiarla.
Al pensar en la idea, imaginaba el rostro de esa niña al ver mi ventana cerrada y sentÃa culpa, pero el deseo de huir fue mas fuerte; asà que en cosa de horas, mi ventana desapareció, y con ella... la niña de los ojos tristes.
II
El imponente ruido de la sirena comenzó a molestarme, escuchaba a mi madre gritar, sollozar, y no podÃa comprender nada.
Cuando abrà mis ojos, me encontraba en un cuarto de hospital, algunos amigos y mi mamá aguardaban sentados en un sofá.
- ¿Qué ocurre?- pregunté extrañada - ¡Por que estoy en este hospital?...
Note que mi madre bajaba su rostro, mis amigos buscaban refugiar su mirada en los cuadros que colgaban de la pared.
- ¡Contéstenme!, ¿qué es lo que pasó?, ¿por qué no hablan?
Mi madre fue la primera en romper el silencio.
- ¿Realmente no recuerdas nada?...no puede ser, si fuiste tu misma...
Una enfermera ingreso a la habitación, interrumpiendo las palabras de mi madre.
- Silencio por favor, es hora de retirarse, la joven debe descansar
- Pero...esperen...Mamá, dime que paso....- grite y grite, pero no respondÃan, uno a uno se retiraron de mi habitación, dejándome en completa soledad.
La noche caÃa, yo intentaba buscar en mi cabeza los recuerdos de ese dÃa...nada, solo tenÃa en mi mente la mirada de aquella niña...
Un médico ingreso a la sala, y aproveche para interrogarlo.
- DÃgame doctor, ¿qué es lo que tengo?...
- No es nada grave, va a recuperarse pronto, por suerte la encontraron a tiempo y no ha perdido demasiada sangre
Se retiró del cuarto, dejándome aún más confundida. “¿Demasiada sangre?”, pero...¿Qué me ocurrió?..., y empecé a inventar mil posibles causas.
Miré mis muñecas, ambas estaban cubiertas con vendas.
- Ya sé lo que pasó, seguro que mientras estaba tapando la ventana me corte o algo, y como la sangre me impresiona, caà desmayada – me convencà de esta historia, al fin de cuentas, lo último que recuerdo fue la decisión de cubrir esa ventana.
Pasaron los dÃas, fui recuperándome lentamente. Mi madre y varios de mis amigos me visitaban cada tarde, pero con ninguno volvà a mencionar el accidente, aunque nunca comprendà el porque se incomodaban tanto cuando querÃa hacerles alguna pregunta.
Llegó el dÃa del alta y mamá se propuso convencerme de pasar un tiempo en su casa.
- Mi casa es mas aireada, tiene mucho espacio verde, te hará bien estar un tiempo allÃ, lejos de todo
- ¿Lejos de todo?, ¿lejos de qué?...lo único que yo deseo es regresar a casa, acomodar todo, de seguro que habrá quedado un gran desorden
- Realmente hija, serÃa bueno que no estés sola, hasta estar recuperada del todo
- Mamá, no insistas más. Mira, el tiempo en que estuve en esta clÃnica me ha servido para pensar mucho...llevo años postergando decisiones, proyectos, por vivir siempre escondida tras el miedo...pero se acabó, quiero empezar a vivir mi vida, y lo primero que haré es esperar a que llegue el viernes y salir al encuentro de aquella niña...
- ¿Niña?, ¿de que niña me hablas?
- De una niñita que todos los viernes veo desde la ventana de mi cuarto, esa que intentaba cubrir cuando ocurrió el accidente
- Hija mÃa, en tu cuarto no hay ninguna ventana...el dÃa en que te encontramos, estabas tirada frente al espejo de tu cuarto, rodeada de vidrios y con un martillo en la mano
III
Pasaron años desde aquel “accidente”. Me case, tuve dos hermosas niñas, que hoy son mi más grande tesoro. Junto a mi marido velamos por ella, creando un ambiente donde el diálogo y la confianza permitan que se sientan seguras.
El pasado es una realidad, un camino transitado, pero el saber que existe, el hacerle frente y ya no huir, me permite ser libre.
Ya no cargo las anclas de la culpa, ya no vivo el miedo a la entrega...y todas las mañanas, antes de comenzar con mis tareas diarias, me paro frente al espejo, abro la ventana de mi alma y saludo a la niña de ojos tristes que fui, que hoy sonrÃe tras las arrugas que los años me han regalado.
Fin