A ti que te marchaste y que por siempre
estarás en las zonas más quebradizas de mi alma.
A ti te amo como a un pez o a una enredadera.

Como una llamarada, como una herida fresca.

Te quiero con dolor y espanto.

Con hambre, con agonía, sin esperanza, sin fe.

Te amo y por tu sendero he dejado

el rastro de mi saliva y mis orgasmos.

Por tu cuerpo he bogado como una mota de algodón

y como una ofrenda te he entregado toda mi blancura.

Mi blancura terrestre y solitaria.

Mi amor enamorado de todas tus cosas.

Para ti he fabricado un barco de papel y una cometa imaginaria,

pero ambas cosas, cometa y barco,

se precipitaron hacia una oscura región

en donde no hay pan, ni soles, sólo hay caos,

y un frío inmenso e irrebatible

que a mí mano le resulta imposible atravesar.

Pero hoy no voy a pensar en huracanes,

en el pasado o en la estría del sueño.

Hoy sólo quiero pensar en que te extraño

como furia de olas, lenguas de serpientes,

cascadas interminables que desembocan en mi ser.

Hoy sólo quiero pensar que te amo en minúsculas

porque cualquier aspiración sería terrible

para dos criaturas que se han amado

con la sencillez que tú y yo nos hemos querido.